Narrativa

It never entered my mind

 

Comenzamos a sacralizar nuestros rituales, creamos una religión donde nosotros éramos los dioses. Nos adorábamos con devoción, respeto, miedo. Cada pequeño acto, cada situación insignificante iba dibujando en las paredes, en los platos, en las sillas, los libros, en las cenas, la cama, los signos de una doctrina basada en la convivencia, el amor y las frágiles leyes de nuestro universo quebradizo. Allí adentro estábamos fuera del tiempo lineal y de las convenciones sociales. Nuestros sueños era lo único que conocíamos, de tanto soñarlos se hicieron tangibles, dejaron de ser imágenes para ser entes físicos como nosotros. Le dimos nombres a las cosas innombrables, entramos en nosotros, nos desprendimos del yugo del tedio, edificamos un gran palacio con pilares indestructibles, nuestro mar de bronce, Sion, El Paraíso de Muhammad. 

Esa noche después de cenar, abrimos una botella de vino barato para ahuyentar el calor. Colocamos el disco Ballads and blues de Miles. I waited for you. Sí, yo también esperé por ti, no me he cansado todavía, no creo que me canse por ahora. Autumn Leaves. Nos imaginamos el otoño en verano. Hablamos de la polifonía de Gillespie, de su magnífico atrevimiento de fusionar tantos géneros. De la nostalgia de Parker en sus agresivos solos. Del romanticismo de Miles. los dedos de Pat Martino. Concluimos que Zappa era otro genio loco. De la influencia de Ginsberg sobre Dylan. De la clase de hachís que fumó Coleridge cuando escribió el Kubla Khan. De los cuentos de la selva de Quiroga, mi favorito es el de los flamencos que usan a las serpientes como medias, el tuyo el de la tortuga que lleva al hombre a la ciudad en su caparazón. De Vertov. De Jarmucsh. De De Chirico. De Man Ray. De las malas en las noticias, en los periódicos, en la televisión.

Amanecía. It never entered my mind. Una última pastilla con un trago de otra botella de vino. Voy en la línea, a veces doy vueltas y vuelvo, me encuentro con ella mientras todos viven. Ella vuela, ríe, llora, canta, sueña, ¿qué sueña? Se encuentra conmigo y me dice que despierte, que este sueño le pertenece a ella y no a mí. Me duermo desnudo en el piso, tengo frío, y la cara hundida en la alfombra sucia. Bye bye black bird. Sus pies sobre mi espalda, ella con el último cigarrillo entre los labios, le dije que teníamos que comprar más. Mira hacia la ventana, la luz lastimó sus ojos acuosos.

Parker toca Perdido. Yo quería fumarme un último cigarrillo, entreabría los ojos, extendía la mano y se lo quitaba de la boca. Estiraba de nuevo la mano con ademan torpe, ella abría la boca. Flyin’ home. Instrumentos tirados en el piso. Esa sala misteriosa es una fábrica de poemas, dibujos, pinturas, melodías. Ese templo tenía nuestras formas, las ventanas, las puertas, el techo, los huecos, la humedad, el calor, el frío, eran nuestros ojos, nuestras bocas, nuestros oídos y las narices; la pintura y el cemento, eran la piel y los huesos. Esa mesa colocada de tal forma que la luz de la mañana mostraba su color ocre y lo repartía en la pequeña sala. Allí quieta con sus cuatro sillas, espera por nosotros, los pocillos del café, los buenos días, uno que otro sueño que llevamos arrastrado hasta ella. La inmensidad, la fatalidad y el mandato creador del caos. Los cuadros afiches de Dalí, de Picasso, de Klee que compramos en una tienda de pulgas, convertía ese pequeño hogar en un museo. You took advantage of me. Dolores. No podía adaptar otra casa a mí. Focus on sanity. No podía adaptarme a otro medio que no fuera tu cuerpo.

Fotografía por Markus Spiske de Pexels


Carlos Andrés Ortiz Aguas
(Cartagena, 1986) Maestro en Diversidad Cultural por parte de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Sus textos han sido publicados por revistas como Linotipia, Tlacuache, Hispanic Culture Review y Awen. Fue coordinador editorial de la publicación Casa Cuentos (Secretaría de Cultura, Gobernación del Atlántico, Colombia) (2017-19). Disonancias (2021) es su primer libro publicado.

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