A Fabián Espejel
Creo en el verso, verdadero emblema de la omnipresencia en el inicio. Creo en el verso, creador absoluto de las cosas: su voz acariciante dijo tiempo, dijo luz y dijo sean. Creo en su conjugación, en su eco palpable y traducible, pero creo también en su preexistencia voladora; su aletear despierta el dormido corazón de los humanos y lo arrebuja hasta su inminente explosión. Creo en el verso, valle jovial, valle joyelero de reliquias inasibles; ese valle cuya esencia flota con densidad de partícula suprema. Creo en el verso, símbolo de vida floreciente. Creo en su imagen perenne y cotidiana, y en su posible encarnación. Creo en el verso que, ajeno al discurrir del tiempo, se engendró de Dante, Whitman y Darío. Creo que se engendró también de sor Juana Inés de la Cruz, virgen concupiscente y amorosa de su jugo desbordado. Creo en el verso asexuado e incoloro; creo en su canto desnudo; creo en su sustancia elemental. Creo en el verso, e indistinta es su transcripción en el papel: creo en la rima o en su ausencia; creo en la memoria y en la música que brota del poeta iluminado. Creo en el verso, prístino y último elemento universal. Creo que el verso precederá el final de los tiempos, como lo hizo en el principio, y que su voz dictará el ecuménico instante en que la nada deba acogernos en su seno.
Fotografía por Sheep de Pexels
Ángel Alexandro Porras Ortega
(Ciudad de México, 1995) Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. En 2012 fue ganador del 13° Concurso Universitario de Cuento Letras Muertas, mientras que en 2017 recibió mención honorífica en el IX Concurso Nacional de Narrativa Elena Poniatowska. Ha sido publicado en revistas como Tlacuache y Marabunta. Asimismo, colabora ocasionalmente en la revista de arquitectura Mejores Acabados.