Poesía

La máscara

—Toma, oh niño, del cajón
esa máscara tan bella;
hecha del más fino blanco,
de leal, fuerte madera.

Anda, niño, ponte ya
tu más importante prenda.
No la olvides por error,
que tu cara no se vea:

Horrible es y peculiar,
aunque de color tan llena.
No es humana o natural:
de Satán es pobre sierva.

Qué maldad, qué atroz espanto,
cubre tu rostro que enferma.
Hazlo ya, no tardes más,
pues la ciudad no tolera.

Nunca muestres esa cara;
ve por el mundo allá afuera
alejado de Satán,
dueño de tu faz tan fea.

Penosa es tu condición;
lamentable, triste, enferma.
Esa máscara dará
a tu ser digna belleza.

Corre, niño, salte ya
y recuerda tener puesta
tal coraza de tu bien,
aquella única defensa;

pues si tú te la quitaras,
ojalá que nadie viera,
gran escándalo se haría.
¿Quieres tú, acaso, la hoguera?

—Pero, Madre, yo no entiendo,
¿a qué viene tal refriega?
Madre, Madre, dime ya,
¿soy tan malo como piensas?

Cubro yo mi pobre rostro
si así quieres, así piensas;
¡sólo dime qué hay de malo
con mi cara tan pequeña!

—Cierra el pico, calla ya,
sólo causas grande pena.
Nada hice, ¿qué cometí
para que horrible nacieras?

Día y noche yo recé
para que un ángel te viera,
que a tu lado así bajara
y con tal salvado fueras.

Mil rosarios, mil lamentos
a la Virgen que es tan buena
fueron dados por mi boca
de toda esperanza llena.

Hazme caso, ponte ya
esa máscara certera,
que tu rostro cubre todo,
que tus errores aleja.

—Ya lo he hecho, ¿que no ves
que mi cara cubro entera?
Día con día así está
para que tú estés contenta.

Madre, Madre, no me gusta
tener esta cosa puesta;
me es incómoda y horrible,
es falaz y es embustera.

Con los años he aprendido
que la cara siempre expuesta
trae el mundo todo el día,
¡día con día y sin pena!

Sin embargo yazco aquí,
la falsedad me encadena;
esclavo soy abnegado,
la hipocresía atormenta.

Ya no temas, Madre, Madre,
mi vida es apenas nueva;
largos años has vivido,
largos años que te enseñan;

por lo tanto sabes más
que este tu hijo que lamenta
no poder mostrar su rostro
a quien él dichoso quiera.

Pero, Madre, sólo dime,
por favor, Madre, revela,
¿por qué oculto yo mi rostro?
¡exijo ya una respuesta!

—¡Hijo mío, no me pidas
tal locura, tal demencia!
Sólo haz lo que te pido                  
y pongamos fin al tema.

¿Qué no entiendes, hijo mío,
qué no te entra en la cabeza?
¿Que no comprendes que lo hago
por cuidar de tu rareza?

—Pues no soy raro, solo único;
cada cual en esta tierra
extraño es si le comparan
con el prójimo a su izquierda.

Madre mía, basta ya,
esto no es desobediencia,
yo no busco que te enojes,
sólo quiero que me entiendas.

Hay quien quiere de su vida
dedicarla a la belleza;
hay quien ama diferente
sin que tal horrible sea;

hay quien busca con su gusto
disfrutar de la extrañeza;
hay quien usa su talento
para hacer la diferencia;

hay quien canta y hay quien baila,
hay quien pinta y hay quien crea;
hay quien mide y hay quien junta
cada cosa con su idea.

Hay señores que de niños
bien querían ser poetas,
disfrutaban de la Iliada
y leían la Odisea.

Sin embargo cuando fueron
finalmente a la academia
instrucciones decisivas
recibieron con acedia:

“No te atrevas, qué te pasa,
eres tú nuestra vergüenza,
¡anda, niño, ponte ya
esa máscara sin pena!”

Hubo quien en otro tiempo,
por marcada diferencia,
entre gustos y entre amores
interpuso la ceguera:

pues hombre siendo y no niña
fue imposible que quisiera,
con amor y con locura,
a quien hombre también era:

“¿Cómo atreves acostarte,
como si mujer lo fuera,
con un hombre de Sodoma
en un lecho para fieras?”

Si todo el mundo en la vida
semejante al otro fuera,
¿de qué modo existiría
lo increíble de la mezcla?

El error no está en lo extraño,
el error está en la ofensa,
el error es ser tan ciego
al negar la diferencia.

Basta ya de estos errores,
Madre mía, que es adversa
la mirada de una Madre
que en su hijo ve a una bestia.

San Luis Potosí, San Luis Potosí, a 06 de abril de 2018.


Javier Paláu Hernández
(San Luis Potosí, 1998) Estudiante de la Licenciatura en Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato, es cocreador y editor de la revista El Gallo Galante. Sus poemas han sido publicados en revistas como Los Demonios y los Días, Buenos Aires poetry, Campos de plumas, Cardenal, entre otras. Actualmente escribe su tesis de grado sobre las Letras de san Bernardo, de sor Juana Inés de la Cruz.

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