Narrativa

Jerusalén


Jorge Prinzo
Buenos Aires, Argentina

Jerusalén, año 34 d. C.
Dos mujeres conversan en la vereda.

—Y, María, ¿hay noticias de su hijo?
—¡Nada! Desde que se fue al cielo ni una palabra. En eso salió al padre, para que vean los que no creen. A una la terminan comiendo los gusanos mientras espera que responda a una plegaria. Me cansé de pedirle que lo salve al nene y ya ve: como a un perro me lo mataron. Debía estar muy ocupado el señor, creando por ahí mundos para tener fieles que lo adoren. Por eso digo que no habrá otro como mi José: no pasamos un día separados. Y nos gustaban las mismas cosas, le digo en confianza. No como al otro, que te hace caer una caca de paloma en la cabeza y espera que una salte de emoción por ser elegida. Con José no iba a tener hijos, pero que me divertía, me divertía. ¡Lo viera haciendo la imitación de los ángeles! Ponía cara seria y me hacía la anunciación. Ponía cara de susto y corría por la casa gritando “¡Debéis huir a Egipto!”. Porque los ángeles hablan en español antiguo. A él si lo extraño. Al otro de arriba mejor ni contarlo; mejor hacer de cuenta que no existe. Y mi hijo, flor de desagradecido resultó. Lo bueno es que me lo encomendó al Juancito, que es medio lento pero tranquilo, y es muy casero. Nada que ver con el Jesús. El José le pidió que se quede en la carpintería hasta los treinta, y esa misma navidad se mandó mudar. Era bueno, pero tenía esa chifladura de ser mesías, como todos los jóvenes de ahora. Y encima los amigotes que se le arrimaban más le quemaban la cabeza. El Juan no, me cuida las plantas, limpia en casa y cocina mejor que yo. La verdad es que no me puedo quejar. Perdí un hombre bueno, tuve un hijo con una paloma, me lo mataron por decir que había que quererse, pero me dejó un hijo adoptivo que es un pan de dios.
-Usté debería conocer otro hombre, ir al templo el sábado; va mucho soltero bien dispuesto.
-Yo estoy bien así, no quiero más problemas con hombres.
-Pero quién le dice… Si aparece alguien y se termina enamorando…
-¡A mi edad! ¡Estoy más para la Asunción que para la cama!
-¡Ay, María! ¡Qué cosas dice!
-Por eso mi nene me hacía callar; decía que era una atrevida y le iba a arruinar el Evangelio. Apenas me dejaron una línea de diálogo en la boda de Caná. Pero la aproveché bien: es inolvidable. A las oportunidades hay que atraparlas; hay trenes que pasan sólo una vez.
-¿Trenes? ¿Qué son trenes?

Foto por Torsten Dettlaff de Pexels

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